Hace bastante tiempo que sigo los mags on-line Lifelounge y Vice.
Puede que la línea editorial del primero suela caer en el fashionismo y las tetas, pero al fin y al cabo su público escucha a MIA y se compra los gayumbos en el American Apparel.
A pesar de que Lifelounge resulte más frivolona que Vice, la primera tiene algo que no tiene, ni de lejos, ni la segunda ni el resto de su competenica: una cuidadísima redacción adaptada al medio y extremadamente focalizada a su público objetivo.
Los copys de Lifelounge son lo que el Vice ha pretendido siempre, pero sin resultar arrogante y totalmente deslocalizado.
El problema de Vice, al ser una multinacional del branded content disfrazada de revista de tendencias con veleidades de periodismo de investigación, es que usa una voz estandarizada que busca la complicidad de un lector medio universitario y urbanita de los Estados Unidos en lugares como el barrio chino de Barcelona.
Lifelounge, por el contrario, se ha centrado en hacer un periodismo honestamente de tendencias, usando una voz siempre igual y dirigida exclusivamente a hipsters australianos que juega con el humor absurdista y la frivolidad socarrona, sin otra pretensión que no sea divertirse un rato.
Esta honestidad cómplice en el contrato entre editor y lector, y la calidad resultante de unos copys cercanos e hilarantes, combinada con una gráfica gamberra y subida de tono, convierten el producto en algo creíble y con una posición lógica y sólida en su espacio de mercado.
Quién mucho abarca poco aprieta, y una multinacional debería tener en cuenta esa gran verdad a la hora de posicionarse en mercados locales. Más todavía si su producto es el lenguaje y la seducción.
El último newsletter de Lifelounge, que remite a una promoción
1 comentario:
A partir de ahora los textos de una revista se llaman copys
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