28 noviembre 2008

El tren expreso. Ramón Campoamor. (Fragment)

Habiéndome robado el albedrío
un amor tan infausto como mío,
ya recobrada la quietud y el seso,
volvía de París en tren expreso.
Y cuando estaba ajeno de cuidado,
como un pobre viajero fatigado,
para pasar bien cómoda la noche,
muellemente acostado,
al arrancar el tren, subió a mi coche,
seguida de una anciana,
una joven hermosa,
alta, rubia, delgada y muy graciosa,
digna de ser morena y sevillana

(...)

III
Cuando miraba atento
aquel tren que corría como el viento,
con sonrisa impregnada de amargura
me preguntó la joven con dulzura:
-¿Sois español?-. Y a su armonioso acento,
tan armonioso y puro que aun ahora
el recordarlo sólo me embelesa,
-Soy español- le dije -. ¿Y vos, señora?
-Yo -dijo- soy francesa.
-Podéis -le repliqué con arrogancia-
la hermosura alabar de vuestro suelo;
pues creo, como hay Dios, que es vuestra Francia
un país tan hermoso como el cielo.
-Verdad que es el país de mis amores
el país del ingenio y de la guerra;
pero, en cambio -me dijo-, es vuestra tierra
la patria del honor y de las flores.
No os podéis figurar cuánto me extraña
que, al ver sus resplandores,
el sol de vuestra España
no tenga, como el de Asia, adoradores.
Y después de halagarnos, obsequiosos,
del patrio amor el puro sentimiento,
entrambos nos quedamos silenciosos,
como heridos de un mismo pensamiento.

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